By Jimmy Carter
Published by Infobae.com.
As President, I signed the American Convention on Human Rights in June 1977. Although the United States Senate has not ratified the convention, 25 other countries of the hemisphere did, and the Inter-American Court on Human Rights was born in 1979. The Inter-American Commission on Human Rights was created much earlier and incorporated in the OAS Charter in 1967. Together they form one of the most comprehensive human rights systems in the world. It is an achievement of which we should all be proud, and which we must all strive to protect. These institutions serve citizens who may have no other way to assert their basic rights and demand protection.
I was proud that my administration gave strong support to the Commission because it played a central role in reducing human rights violations and reinforcing the march toward democracy following a period of military dictatorships.
But I am concerned about ongoing problems that strain even democratic governments today, such as the violence suffered by indigenous groups in disputes with governments over natural resources, and government actions that infringe on freedom of expression of nongovernmental organizations and the news media. I am disturbed about reports of human rights violations by some government security forces. And I am alarmed at inhumane prison conditions in many countries that threaten the lives not only of convicted prisoners, but of many citizens detained for long periods without charge.
The inter-American human rights system strives to protect citizens in all of these situations. We should not see it as an affront to the authority of our governments, but rather as our shared obligation to promote and protect the universal human rights that we all hold dear.
Over the last year, some member states have raised concerns about the procedures and decisions of the Commission and a vigorous debate has ensued as to the most appropriate reforms to adopt.
We must look for additional ways to strengthen the Inter-American Commission on Human Rights and ensure its independence from political pressures. This includes sufficient financing to ensure enough lawyers to investigate complaints properly, and strong and effective rapporteurs to address basic issues like crimes of violence against women and children, discrimination against vulnerable groups, and freedom of expression, including peaceful dissent, for all citizens. The Commission may need some reforms to be more efficient, but its autonomy must not be reduced. The OAS should carefully consider the proposals that are being advanced, but we must never let this citizens' treasure be weakened.
Although all member states are subject to the jurisdiction of the Commission on the basis of the OAS Charter, its Statute and the American Declaration of Rights, only those who have ratified the American Convention on Human Rights are bound by decisions of the Inter-American Court of Human Rights. It is regrettable that some states have not ratified the American Convention because of restrictions on the use of the death penalty or the protection of life from conception included in the Convention, but the possibility of ratifying with reservations exists. Thus, the goal of universality of human rights could be reached by the ratification of the American Convention by all member states of the OAS.
Universal participation in our hemispheric human rights bodies would affirm and strengthen our democracies' commitment to the protection of human rights. On this International Human Rights Day, I urge all of our governments to ensure that the achievements we have made together as a hemisphere are not abandoned, but instead will live beyond us.
Former U.S. President Jimmy Carter, 2002 Nobel Peace Prize Laureate, is founder of the nonprofit Carter Center, advancing peace and health worldwide.
América Puede Liderar En Derechos Humanos
Jimmy Carter
Diciembre 10, 2012
Infobae.com.
Como presidente firmé, en 1977, la Convención Americana de Derechos Humanos. Aunque el Senado de los Estados Unidos no ha ratificado aún la Convención, 25 países del hemisferio lo hicieron y nació la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 1979. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos fue creada mucho antes e incorporada en la Carta de la OEA en 1967. Juntas conforman uno de los sistemas de derechos humanos más completos del mundo. Esta es una conquista de la que todos debemos sentirnos orgullosos y a la cual debemos proteger. Estas instituciones sirven a los ciudadanos y ciudadanas que podrían no tener ninguna otra forma para hacer valer sus derechos y demandar protección.
Me siento orgulloso de que mi gobierno apoyó firmemente a la Comisión, porque ésta jugó un papel esencial en la reducción de las violaciones a los derechos humanos y en el fortalecimiento de la transición a la democracia después de un período de dictaduras militares.
No obstante, me preocupa la persistencia de problemas que actualmente apremian incluso a los gobiernos democráticos, como la violencia sufrida por los grupos originarios e indígenas por sus discrepancias sobre recursos naturales con los gobiernos, y las acciones de gobiernos que lesionan la libertad de expresión de organizaciones no gubernamentales y de los medios de comunicación. Me perturban los informes sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por las fuerzas de seguridad de algunos países. Me alarman las condiciones infrahumanas de las prisiones en muchos de los países, que amenazan no sólo la vida de privados de libertad en cumplimiento de sus sentencias, sino de muchos ciudadanos y ciudadanas detenidas por períodos prolongados sin que se hayan presentado cargos.
El sistema interamericano de derechos humanos lucha por proteger a las personas que padecen todas estas situaciones. No debemos verlo como una afrenta a la autoridad de nuestros gobiernos, sino por el contrario, como nuestra obligación compartida de promover y defender los derechos humanos universales que todos enaltecemos y queremos.
En el último año, algunos estados miembros del sistema interamericano han planteado preocupaciones acerca de los procedimientos y decisiones de la Comisión Interamericana y se ha generado un intenso debate sobre las reformas más apropiadas que deberían ser adoptadas.
Debemos buscar maneras adicionales para fortalecer a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y asegurar su independencia de presiones políticas. Entre ellas se incluyen suficiente financiamiento para asegurar que un número apropiado de abogados pueda investigar las denuncias adecuadamente, así como relatorías especiales fuertes y efectivas para tratar temas fundamentales como la violencia contra mujeres y niños, la discriminación contra grupos vulnerables y la libertad de expresión, incluido el derecho a disentir pacíficamente para toda la ciudadanía. Podría ser que la Comisión necesite algunas reformas para ser más eficiente, pero su autonomía no debe ser reducida. La OEA debe considerar cuidadosamente las propuestas que se presenten, sin embargo, nosotros no debemos permitir, bajo ninguna circunstancia, que este tesoro ciudadano sea debilitado.
Si bien todos los estados miembros, con base en la Carta de la OEA, se encuentran sujetos a la acción de la Comisión Interamericana, su Estatuto y la Declaración Americana sobre Derechos Humanos, sólo aquellos que hayan ratificado la Convención Americana de Derechos Humanos están obligados a respetar las decisiones y sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Es lamentable que algunos Estados no hayan ratificado la Convención Americana por las restricciones en ella contenidas, sobre la pena capital o las provisiones que protegen la vida desde la concepción, cuando la ratificación con reservas es una posibilidad a su disposición. De este modo la universalidad de los derechos humanos podría alcanzarse mediante la ratificación de la Convención por todos los estados miembros de la OEA.
La participación universal en nuestros cuerpos hemisféricos de derechos humanos afirmaría y fortalecería el compromiso de nuestras democracias de proteger los derechos humanos. En este Día Internacional de los Derechos Humanos, urjo a todos los gobiernos a asegurar que todas las conquistas que juntos hemos alcanzado como hemisferio no sean abandonadas, sino que por el contrario nos sobrevivan y perduren más que nosotros.
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